jueves, 25 de junio de 2009

Yeshua ben Yosef

En hebreo Yeshua significa "La salvación" o "Yavé salva", y es una contracción de Yahoshua, que significa "El Señor que es la Salvación".

Para llegar desde "Yeshua" a obtener Jesús se han producido dos trasliteraciones. Primero al traducirse Yeshua al griego como Iesous. Y del griego al traducirse al latín como Iesus. El sonido "I" o "Y" inicial acabó forzándose en el castellano antiguo pasando a "J".

¿De dónde sale entonces la "s" final de "Jesús"? Una posible explicación está en la costrumbre griega de hacer terminar los nombres masculinos muy frecuentemente con "s".

¿Y el apellido? ¿Cómo se distinguían entre sí los distintos Jesuses de la época? Lo habitual era usar como apellido el nombre del padre, escribiendo "bar" o "ben" entre medias, "hijo de". Por ejemplo, Barrabás en realidad es un apodo que significa "Bar abbá" (Hijo de su padre). En el caso de Jesús, su nombre completo sería "Yeshua ben Yosef" (Jesús hijo de José).

Los romanos, por el contrario, menos interesados en estas cuestiones genealógicas, solían referirse a sus súbditos por el lugar de procedencia. Por eso Poncio Pilato colocó una tablilla con el nombre "Jesús de Nazaret" encima de la cruz.

Psicología y temperamento de Jesús.

A veces su modo de obrar es extraño, hasta el punto que sus mismos parientes creen que "ha perdido el juicio" (Mc 3, 21) y lo quieren llevar a su casa porque creen que compromete el honor familiar.

Los enemigos le acusan de estar poseído de un espíritu maligno, porque su obrar y doctrina rompen con los moldes recibidos del ambiente judaico (Mat 12, 24).

Según el Talmud Jesús era estudiante de una escuela rabínica pero fue expulsado de ella porque sus pensamientos contradecían las leyes de Moisés.

Jesús era un Revolucionario Espiritual, su divino y altísimo pensamiento fue una explosión de galaxias para las cuadriculadas y parametradas mentes de los Judíos de su tiempo, sobre todo para los maestros de la ley. A los que el reiteradas veces llamo raza de víboras; adoran a dios con su boca pero sus corazones permanecen lejos de el.


¡La ley esta viva!, y como todo ser viviente cambia constante mente. Al igual que un hombre no es el mismo a cuando fue un niño, sin embargo es el mismo ser.


La ley de dios fue dicha por boca de Moisés a los hombres, para que estos la graben con letras de fuego en su corazón y no para ser grabada en piedra muerta, custodiada por mentes no pensantes.

Jesus siempre se manifiesta dueño de sí mismo y de la situación.

En sus parábolas nada insinúa un espíritu cansado y pesimista; al contrario, su alma tersa sabe contemplar al Padre siempre obrando en la naturaleza y en las vidas de los hombres.

El frescor de su espíritu se refleja en el amor que siente por las bellezas de la naturaleza, los lirios del campo, los pajarillos del cielo, la candidez infantil.
Constitución física de Jesús.
Cuerpo robusto y resistente: La vida dura del taller y las correrías por las colinas circundantes de Nazaret robustecieron el cuerpo de Jesús, preparándolo para las duras jornadas de su vida apostólica, a la intemperie por las calcinadas rutas de Palestina. Sabemos que en una jornada hizo el camino de 30 Kilómetros, por la calzada pendiente que sube de Jericó a Betania.
Su porte debía ser majestuoso y viril.
Cuando sus compatriotas quieren despeñarle en Nazaret, Jesús pasa por medio de ellos sin inmutarse y con un continente tal, que no se atreven a atentar contra su vida. Al ser prendido en Getsemaní, sus enemigos caen unos sobre otros, impresionados del porte majestuoso del Maestro, que lejos de huir les declara: "Yo soy a quien buscáis".
La mirada de Jesús debía ser majestuosa y dominadora.
San Marcos repite con insistencia cuando el Maestro va a proferir una sentencia: "Y mirándolos, dijo". Cuando tratan de lapidarle en Jerusalén, Jesús interpela a sus enemigos: "Muchas cosas buenas os he hecho, ¿por cuál de ellas me queréis apedrear?". Este dominio de sí mismo resplandece en las palabras mansas con que Jesús responde al criado que le ha abofeteado: "Si mal hablé, muéstrame en qué; y si bien, ¿por qué me hieres?".

Equilibrado:
esta complexión sana y equilibrada de nervios de Jesús contrasta con los desequilibrios nerviosos de Mahoma y con el agotamiento físico de Buda, que vencido por la vida, predica una religión pesimista y negativa. La actitud de Jesús en los momentos de la Pasión es la de un espíritu equilibrado, señor de sí mismo en medio de las agitaciones nerviosas de sus jueces y acusadores: En el drama de la Pasión no hay más señor que Jesús.Sus últimas palabras en la cruz, ofreciendo perdón a los enemigos, son eco de la paz interior de su espíritu. Nada de desahogos rabiosos incontrolados, sino autonomía y perfecto control de sus actos, y todo con suma naturalidad y sin afectación.

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